El origen de la Estrella de Belén

El origen de la Estrella de Belén

EL ORIGEN DE LA ESTRELLA DE BELÉN

Todas las religiones han relacionado sus divinidades con las estrellas: en Egipto las crecidas del Nilo y el renacimiento de Osiris venían anunciadas por la primera aparición anual de la estrella Sirio. En el templo azteca de Tenochtitlán cuando reaparecía Venus se la consideraba la metamorfosis del dios Quetzalcoalt. Buda y Karisna nacieron con la luz de sendas estrellas, e incluso al nacer el emperador Julio César se habla de la aparición de otra estrella.

“Cuando Jesús nació en Belén de Judea en días de rey Herodes, vinieron del oriente a Jerusalén unos magos diciendo: ¿Dónde está el rey de los judíos que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente y venimos a adorarle”. Es el evangelio de San Mateo.

Seguramente la estrella que guardamos en nuestra memoria con más detalle sea la que hemos colocado en el belén o la hemos visto en él: de 5 a 7 puntas y una cola que termina en tres. Vamos a rastrear astronómicamente si existió esta estrella. La estrella de Belén podría estar basada total o parcialmente en hechos reales, o bien podría tratarse de una mitología que diera grandiosidad al nacimiento de Jesús.

Aunque no hay certidumbre exacta del nacimiento de Jesús, parece que la fecha más probable habida cuenta, de los años de vida de Herodes, entonces rey de Judea; por las fechas de los edictos de empadronamiento del emperador Augusto, y por el mandato de Herodes de matar a los menores de dos años; podría fijarse entre los años 3 y 2 a. de C.

Varios son los fenómenos astronómicos que nos pueden dar explicación sobre la existencia real de la estrella guía al nacimiento de Jesús.

Podría tratarse de un cometa que es el más parecido en su visión a la imagen que colocamos en el belén. Algunas teorías señalaron al cometa Halley; dos elementos nos hacen descartarlo en primer lugar, el hecho de que fue visible en el año 12 a. de C. y en segundo lugar que su brillo no fue muy destacable, pese a ser brillante.

Otra posibilidad que descartamos es la aparición de una Supernova o de una Nova. Se trata de estrellas de gran tamaño que aumentan bruscamente de luminosidad; esto supone que no pasa desapercibida y que es vista por muchas personas. Las escrituras solo hablan del conocimiento de este fenómeno por parte de los magos, es decir, los sabios, seguramente astrólogos. Por otro lado las explosiones de Supernovas suponen un remanente de materiales que hoy deberían ser rastreables y de los cuales no hay evidencia.

También descartamos que fuera un planeta, ya que aunque tienen un brillo intenso, por ejemplo Júpiter y Venus, tienen trayectorias muy estudiadas y conocidas y no hubieran significado sorpresa para los astrólogos.

Menos común puede tratarse de una conjunción de planetas que al encontrarse tan juntos suman su brillo, y aun siendo perceptible por otros observadores, es difícil de comprender si no  se trata de astrólogos, aquí encontramos una pista fiable ya que podemos rastrear una conjunción de Júpiter y Saturno que en el año 7 a. de C. se acercaron y alejaron hasta tres veces en un periodo de seis meses, ocurrido ante la constelación de Piscis. Debió ser un magnífico espectáculo y ofreció el tiempo para que los astrólogos percibieran estas señales y las interpretaran como aviso premonitorio de acontecimientos.

Otras conjunciones detectadas en Babilonia que fueron en su tiempo documentadas, amplían esta última opción, se trata de dos conjunciones siguientes una en junio del año 3 a. de C. y otra ya en el época de Navidad en el año 2 a. de C. de Júpiter y Venus de nuevo. Especialmente la última hubo tal proximidad que el brillo fue muy intenso durante gran parte de la noche.

Como conclusión hemos de convenir que no existiendo ninguna probabilidad de verificación al menos a la luz de los conocimientos actuales, disponer de indicios sólidos sobre la existencia de la estrella de Belén, puede colmar las expectativas de cualquier niño que haya participado en el montaje de un belén.

 

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